Cuadro de: Félix Mas

CARMEN REY "Relatos de bolsillo"

lunes, 24 de mayo de 2010

LANCE INESPERADO

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Cuadro de: Camille Pissarro "La calle Saint- Honoré" Efecto Lluvia.

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LANCE INESPERADO
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Héctor abrió los ojos y miró el reloj. Casi le da un espasmo. Eran las 8 y el despertador no había sonado. Dio un salto de la cama y se fue directo al cuarto de baño. Se quitó la camiseta, y dejó caer en el suelo el pantalón del pijama, abrió el grifo del agua y se metió en la ducha. ¡Joder que fría está! Pensaba. Al coger la botella de gel con su mano, se le resbaló y fue a parar a su pie. ¡Ay, que golpe, coño! La cogió y en dos minutos se enjabonó y se enjuagó. Tomó la toalla y frotándose salió presuroso hacia la habitación; sacó la ropa interior de la mesita de noche, descolgó la ropa del perchero y mientras se vestía pensaba que no tenía que haberse acostado tan tarde hablando con María.
―Ese ascenso te lo mereces, le había dicho ella, contenta al enterarse de su posible ascenso.
Después de vestirse se volvió al cuarto de baño a peinarse murmurando entre dientes: ¡Precisamente hoy, precisamente hoy que quiere el jefe hablar conmigo a las 9 de la mañana!
Lo de desayunar hoy era todo un lujo al que no podría acceder, así es que cogió la cartera y miró encima del mueble del recibidor buscando las llaves, pero… ¿Dónde diablos están las llaves? Pensó llevándose la mano a la cabeza. Suspiró. Pensemos, balbuceaba nervioso. ¡Joder! Esto me pasa solamente a mí. Aligeró el paso hasta el dormitorio y asió la chaqueta que reposaba sobre la banqueta desde el día anterior. Allí estaban perdidas en un bolsillo. Menos mal, resoplaba Héctor, saliendo por la puerta y dejando atrás una estela de celeridad.
Bajó las escaleras de dos en dos y al llegar al patio se cruzó con la vecina del segundo. ¡No por Dios, ahora no! Pensaba mientras dejaba un “buenos días” anclado en el aire y a la mujer sorprendida con la palabra en la boca.
En la calle, la gente presurosa iba de un lado para otro. Miró el reloj y faltaban diez minutos para entrar al trabajo. La lluvia traía un viento frío que helaba hasta el silencio. Se subió el cuello de la chaqueta y dejó su mano apoyada bajo su barbilla. ¡Dios mío! ¿Cómo puede tardar tanto el semáforo en cambiar de color? Llevaba los pies empapados y los zapatos le habían cambiado hasta de color. Cruzó la calle encaminándose hasta el coche andando entre los charcos. Llegó y al ir a abrir el coche se le acercó un joven mojado hasta los huesos y le preguntó:
― ¿Ha averiguado ya algo?
Héctor lo miró sorprendido. Se encogió de hombros, y bajando la vista a la cerradura le dijo:
― Joven creo que me debes de haber confundido con alguien.
―No, no me confundo de persona. Contestó el joven con voz serena y mirándolo de arriba abajo, como calibrando la situación.
Héctor se atrevió a mirarlo fijamente a la cara y se disculpó. Lo menos que podía esperar en ese momento es que tuviera que desembarazarse de un loco.
―Lo siento, llego tarde a mi trabajo y no puedo perder tiempo.
Entró en el coche y cerró la puerta. Estaba nervioso y empapado. Arrancó el coche…
Por el retrovisor pudo ver la cara perpleja del muchacho musitando alguna palabrería que ya no podía escuchar.
― ¡Joder, por qué me pasan estas cosas a mí!
Metió la llave y le dio al contacto y exasperado como estaba no se dio cuenta que el freno de mano seguía puesto hasta que, el coche empezó a pitar con un sonido estridente.
― !Coño, el freno! Lo bajó y enfiló la avenida de San Marcos hasta llegar a la calle Pedro Infante, donde aparcó en la misma esquina confiando en que la policía no pasara por allí. A la hora de su almuerzo pensó que lo aparcaría mejor.
Al bajar del coche, ya había dejado de llover. Héctor se sentía extenuado, demasiado estresado para ser las 9 de la mañana. Entró en el despacho que aún parecía dormitar y colgó la chaqueta que mantenía el aspecto de un trapo arrugado y mojado. Tragó saliva y con la cartera en la mano se dirigió a ver al jefe. Al llegar a la puerta y tras haber saludado a un par de compañeros, llamó con los nudillos.
―Adelante. ―Se escuchó detrás de la puerta.
Héctor entró nervioso y al pasar al lado del paragüero, le dio un golpe con la cartera.
―Huy, perdón. Buenos días señor Lozano. ―Dijo un poco embarazoso y con una sonrisa generosa.
―Siéntese, siéntese Héctor. No tengo mucho tiempo. Y continuó… Ya sabe Héctor que estamos contentos con la trayectoria de su trabajo y que confiamos en usted plenamente pero, siento decirle que la dirección ha tomado la decisión de reducir el veinte por ciento del personal de la plantilla. Ya sabe usted, los tiempos corren difíciles…
Sonó el móvil.
¡Joder, cógelo Héctor! Pensaba María esperando contestación.

No obtuvo respuesta, y segundos más tarde, la línea se cortó.
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14 comentarios:

  1. Muy buen relato, y para nada se parece a lo que el pobre hombre esperaba.
    ¡Corren malos tiempos! y much@s nos preguntamos que hasta cuando?
    Buenas noches amiga
    Un fuerte abrazo

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  2. Ains, pobre hombre.
    Eso pasa por confiar antes de saber.
    Lindo relato.
    Biquiños.

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  3. jaja, fantástica. La velocidad de la propia acción le ha dado la tensión necesaria al relato, también meter al joven que no conoce, lo hace intrigante ya unque el final pueda ser un poco previsible, que tú sabias que lo era, te da la oportunidad de dar un giro, si quieres y plantar el final que tu quieras. Pero yo tampoco lo hubiera dado, porque uno siempre es el último que se entera de las malas noticias y encima se hace hasta ilusiones de que puedan ser hasta las mejores. Así de ingenuos somos.

    Magnífico cuento Carmela!

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  4. Muchas gracias Antonio por pasar por aqui, y por darme tu opinión. Me alegra tanto que te haya gustado, jeje. A mi también me gustó escribirlo; es tan divertido ejercitar la mente, :).
    Un beso.

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  5. Hola Verónica, de nuevo nos encontramos, esta vez, aquí. Me hace feliz sentirte siempre cercana. Gracias por tu comentario... y bueno esperemos que acabe pronto esta pesadilla que estamos viviendo los españoles, nosotros acostumbrados a vivir bien...joeeeee!
    Un beso.

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  6. Hola Carmela. Gracias por leerme. El pobre protagonista vive una muestra clara de lo que está viviendo, más y más gente hoy en día. Confiemos que no se tengan que escribir muchos cuentos como estos.
    Un abrazo.

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  7. Huy, pobre Héctor, más que un ascenso, lo suyo ha sido un descenso a los infiernos y es que lo que mal empieza, mal acaba... y ya la cosa comenzó mal con ese frasco de gel de ducha que se le cae sobre el pie...¡Menudo día cenizo! Otro beso, Carmela, leer tus entretenidos relatos es todo un placer.

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  8. Aunque el final se pueda intuir, tu manera de describir la situación te hace partícipe de cada uno de los sentimientos y emociones de Héctor, incluida la decepción ante la noticia del Señor Lozano.

    Un beso con expectativas

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  9. Hola querida Mayte, me alegra tanto ver siempre que estas aqui. Gracias.
    Pues sí Mayte, lamentablemente esto hoy en día es el pan de cada día.!Quien no tiene un día cenizo, o dos...
    Un beso

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  10. Gracias Odile por tu paso por el blog.
    Me alegra saber que he contagiado, cada uno de los sentimientos de Hector y de sus emociones. El hacer que te hayas metido por un momento en su situación.
    Un beso y sé siempre bienvenida!

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  11. A ver... hay algo que no entiendo. En este relato hay tres elementos que no logro coectar. (Claro que la belleza de la vida consiste en que no siempre todos los cabos se unen a otros)
    Pero tengo un tipo que llega tarde.
    Un niño misterioso.
    Un despido laboral inesperado.
    Y una maría que no sé que pito toca.
    Lo bueno de los blogs es que te permiten, si el autor es buena gente, que te llegue de primera mano una línea para entender y disfrutar más de un texto.
    En mi blog tengo una invitación, me gustaría que la vieras.
    www.tercerasalida.blogspot.com

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  12. Hola tercerasalida como me tengo por buena gente, aqui estoy para intentar explicarte esas dudas que te no entendias. En primer lugar te diré que realmente lo que me importa no es que no sepas el porqué de la aparición de esos personajes, sino el que el relato no te haya dejado indiferente. Si así hubiera sido, no me habrías escrito.
    Bueno, te diré que ante una historia con un final tan predecible, sino le hubiera puesto una pizca de intriga con el joven que aparece preguntando algo que no viene a cuento, o hubiera hecho a Maria tocar el pito que me ayudara a cerrar la historia, y sino le hubiera dado la rapidez de la acción ahora mismo no estaríamos comunicandonos nosotros, porque la historia te hubiera dejado completamente indiferente. Eso es todo.
    Gracias por leerme. Gracias por estar aqui.

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  13. Hola Carmela,
    He vuelto a leer tu nueva historía de hoy pero me he detenido a ver un poco los comentarios de esta. Y bueno, me gustaría aportar algo a lo que dice tercerasalida.
    Es cierto que cada acción, personaje o palabra debe de tener justificación en un texto. Bien, lo único que puede quedarse decolgado es el niño que no conoce pero en este relato se puede justificar como "un efecto abierto" en el tiempo y la prisa, como "una interrupción" añadida, "una zancadilla más ante la ansiedad dentro de un todo absurdo confuso y cotidiano", que por otro lado te lleva a anticipar el desastre, un mal final para el personaje. Es decir, un "efecto de ceguera" ante la inminente desgracia, que evidentemente queda sin resolver en el cuento, pero que ante un final desgraciado, deja abierto porque ya nada importa. Es un efecto implicito en el texto sin justificación. Para perfeccionar el texto debería de haberse justificado, si.

    María, obviamente es su pareja, aparece al principio y al final y proyecta sus ambiciones, las de él que son también las de ella:
    "...no tenía que haberse acostado tan tarde hablando con María.
    ―Ese ascenso te lo mereces, le había dicho ella, contenta al enterarse de su posible ascenso"

    El tipo que llega tarde y el despido son la propia historia, el argumento y el hilo conductor de todo lo que se cuenta.

    Es como yo lo he leído.

    Abrazos

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  14. Hola Antonio, en primer lugar darte las gracias por leerme y dejarme tu comentario que siempre valoro.
    Pues bien, referente al relato, sin duda que de ahora en adelante, intentaré justificar más cada personaje que aparezca en mis escritos. En éste particularmente pensé que tanto la rapidez de la acción como la aparición del joven misterioso le daban intriga a la historia, por cierto muy habitual en estos días. Asi es que como sabemos, la historia no es lo importante en sí, sino en como se cuente.

    Con estos términos: "Lo menos que podía esperar en ese momento es que tuviera que desembarazarse de un loco" Pensé que estaría claro que el joven se había confundido de persona, pero veo que no quedó del todo claro.

    Gracias por todos los comentarios, que me ayudan a seguir esforzándome y continuar mejorando.

    Un beso.

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