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Cuadro de: Ernest Descals
PERIODISTA IMPACIENTE
Con mirada camaleónica, Juan fijó los ojos en la puerta. Repiqueteó su bolígrafo con su mano sacerdotal y dejándolo luego sobre la mesa, acercó el cenicero para apoyar su breve cigarrillo. Asió la cerveza y la llevó a sus labios prometedores, quedando su sabuesa nariz abducida por el vaso. Sin darse cuenta, sacó otro cigarro y lo encendió con la colilla del primero; al mirar el reloj, sintió sonarle las tripas como un gallo cacareando. Volvió la cara al escuchar abrirse la puerta del bar y levantó su cuello expectante. ¡Allí estaban! Con rápido movimiento, sacó su pequeña cámara fotográfica y al momento de robar la fotografía pensó: – ¡Joder, me han descubierto! ¡A la mierda mi trabajo!